■ La importancia del aceite en los motores con turbocompresores


Las nuevas normativas de contaminación exigen continuos avances tecnológicos por parte de la industria automovilística y la adaptación de los aceites utilizados en unos motores que, además, cada vez tienen una cilindrada más reducida. Este hecho se refleja en el descenso del número de cilindros y en su inferior volumen que, no obstante, no impide que desarrollen una potencia más elevada. Sin embargo, esta evolución conlleva también una notable reducción de la capacidad de llenado del depósito de aceite del motor, una mayor demanda de resistencia térmica y aditivos para su aclimatación de conformidad con las estrictas normativas.
Mientras antiguamente los motores no eran tan susceptibles de generar problemas ante el uso de cualquier tipo de aceite, actualmente estos fluidos de lubricación y refrigeración están diseñados casi específicamente para un tipo de motor en concreto. El turbo, el compresor, el catalizador y el filtro de partículas (DPF) exigen temperaturas más altas a los aceites (hasta 350ºC), y presiones de compresión elevadas, de hasta 25 bares en motores de gasolina. 


Aceites inadecuados.
La vida útil de los modernos motores, aproximadamente 350.000 kilómetros, se puede ver reducida hasta en un 50 por ciento por el uso de aceites no adecuados, que producen un desgaste mayor y un consumo más elevado respecto al aceite exigido para cada tipo de motor por el fabricante del vehículo. Este detalle justifica el mayor precio de los lubricantes más sofisticados y de larga duración, en comparación con los del supermercado más económico. Además, los aceites inapropiados pueden causar graves daños en el motor y su periferia. Y es que, en especial, las altas temperaturas afectan a la longevidad del lubricante y provocan la pérdida de cualidades necesarias para su correcto funcionamiento, llegando incluso a obstruir la tubería o canal para el paso del aceite impidiendo que el líquido llegue a su destino en la lubricación del turbocompresor.

Lavado del intercooler.
El lavado del intercooler es un método eficaz sólo para eliminar pequeñas cantidades de aceite que hayan podido acumularse en su interior. Sin embargo, no supone una alternativa segura en comparación con la sustitución. Este proceso no garantiza la completa eliminación de todas las virutas de metal. Además, no es posible limpiarlo, por ejemplo, si incluye suplementos de turbulencia a causa de su diseño.

Sustituciones recomendadas.
Si el turbocompresor ha sufrido daños mecánicos, no basta con sustituirlo. En este caso es probable que se haya producido la acumulación de aceite y virutas de metal en el intercooler, por lo que esta suciedad podría entorpecer y reducir la potencia del motor. El lavado del intercooler podría parecer, a priori, una buena solución, pero no es una alternativa segura. Lo más recomendado por expertos como los profesionales de climatización y refrigeración de Behr Hella Service, es su reemplazo. Además, el asunto sería todavía más grave si las partículas de metal acumuladas en el intercooler se soltaran y llegaran hasta la cámara de combustión del motor. De ser así, éste podría haber sufrido daños considerables.
Por otra parte, se recomienda la sustitución del tubo de retorno del aceite al cárter del motor para evitar su posible obstrucción con lubricante carbonizado. En este caso la prueba con aire comprimido no es válida debido a que una reducción en el diámetro de la tubería dejaría pasar el aire, lo que haría pensar que todo está en orden mientras que, en realidad, el caudal de líquido que pasa es reducido y comporta nuevos daños en el turbocompresor.

Foto: Hella.