■ El posible futuro del automóvil: más urbano y más eléctrico


El previsible destino del automóvil parece pasar por flotas compartidas de pequeños coches eléctricos moviéndose por inmensas ciudades.

Según el estudio ‘Reinventing the Automobile: Personal Urban Mobility for the 21st Century’ publicado por The M.I.T. Press sobre las tendencias demográficas actuales y las previsiones para próximas décadas en cuanto al desarrollo del automóvil, se da la situación de que, por primera vez en la historia, hay más personas viviendo en ciudades que fuera de ellas y se prevé que esta tendencia se sostenga e incremente en los próximos años. De ese modo, la distribución entre campo y ciudad existente en la actualidad, que es prácticamente un empate, se convertirá en aplastante mayoría a favor de los núcleos urbanos. Esta predicción conlleva una serie de implicaciones de evidencian que los vehículos asumirán modificaciones para adaptarse a unas condiciones específicas sobrevenidas por cambios demográficos, sociopolíticos y económicos.
En primer lugar, como no tiene sentido que cada individuo se mueva en solitario por la ciudad en su propio coche, pero tampoco que desaparezca la posibilidad de desplazarse individualmente, se pueden distinguir dos tendencias claras para las próximas décadas: un retroceso en la propiedad particular del automóvil y una adaptación más radical de éste al medio urbano mediante la reducción de su tamaño y su electrificación.

Reducción del tamaño
Con la revolución industrial se inició, hace más de 200 años, un movimiento migratorio que provocó el desplazamiento progresivo de la población del campo hasta las ciudades en busca de un empleo y mejora de oportunidades. Debido a que éste todavía no ha cesado es previsible que, con la máxima concentración poblacional en las urbes, éstas sigan creciendo. Consecuentemente, parece lógico pensar que el automóvil tendrá que adaptarse aún más a las necesidades del entorno y la población, y especializarse al máximo para dar lo mejor de sí en ese medio.
Las consecuencias de esta tendencia son innumerables pero, para empezar, teniendo en cuenta el enorme porcentaje de desplazamientos que se realizan con el conductor como único ocupante del vehículo y el elevado coste del espacio característico de las ciudades (para circular y para aparcar), la reducción del tamaño del automóvil medio podría ser el primer efecto obvio de la nueva situación. Ésta vendría de la mano de una gran proliferación de monoplazas y biplazas de tamaño mínimo, combinado con el claro retroceso del coche familiar.

Electrificación
Si debido a la expansión del entorno urbano es posible, por un lado, eliminar el problema de la autonomía ante la falta de necesidad de viajar, por otro, también es previsible la electrificación de los automóviles. Esta es una opción llena de ventajas y con unos pocos inconvenientes (la densidad energética y el coste de las baterías) que, combinando el entorno urbano con fórmulas para compartirlo, le aportan más sentido y utilidad.
El elevado coste de las baterías quedaría diluido entre todos los usuarios del servicio y mitigado por la posibilidad de dotar a estos micro-coches de baterías relativamente pequeñas, precisamente por prescindir de los viajes por completo. Si a todo ello se le añade una buena red de puntos de recarga en los diferentes puntos de estacionamiento (idea totalmente factible en ciudad y no tanto en carretera), se obtiene el hábitat perfecto para que el coche eléctrico se imponga.
Además, los continuos experimentos para conseguir combustibles alternativos que produzcan electricidad más limpia y abaraten los automóviles

Propiedad colectiva
El abandono progresivo de la propiedad particular del automóvil no significa su desaparición, sino la posibilidad de hallar nuevas formas de entender el transporte individual como un servicio. Actualmente, como media, el propietario de un vehículo lo tiene estacionado sin utilizarlo no menos del 90 por ciento del tiempo. Esto convierte la propiedad exclusiva de un coche en algo bastante antieconómico, al menos comparado con la posibilidad de disponer de un auto y pagar por su uso real, pero no por el tiempo total de disponibilidad. Si la vida transcurre sin salir de la ciudad, la propiedad de un coche tiene menos sentido económico aún.
Partiendo de esta premisa, en la actualidad se están poniendo en marcha formas depuradas de car-sharing que, sin duda con el tiempo, se perfeccionarán todavía más para intentar adaptarse a todas las necesidades. Si bien es fundamental que la iniciativa empresarial lo haga rentable y conveniente. A día de hoy, existen pocas dudas de que una población cada vez más urbana se moverá en esa dirección casi de forma inevitable.
La idea básica es disponer de una tarjeta de “socio” que permita el acceso a una flota de coches distribuidos en distintos puntos de estacionamiento de toda la ciudad, y que haga posible el pago por minuto de utilización. Por muy caro que pueda parecer este planteamiento, si se eliminan todos los costes de compra y mantenimiento de un vehículo propio (energía, revisiones, averías, seguros, limpieza, garaje, etc.), da la sensación de que siempre saldría muchísimo más barato compartirlo. Además, facilitaría la adaptabilidad del vehículo a las necesidades de cada momento, por ejemplo: el alquiler convencional para vacaciones y car-sharing de micro-coches para uso diario en la ciudad.

Conducción automatizada
También se apunta a la automatización en la conducción, cuestión en la que actualmente ya se centran varias firmas de automoción como Volvo, Mercedes o Toyota, y con la que se confía en aumentar la seguridad, maximizar el confort y reducir el estrés sobre el conductor. A este respecto, a día de hoy existen dispositivos como el sistema de Asistencia a la conducción automatizada en autopista (AHDA) de Toyota, que utilizan dos de estas tecnologías (el control de crucero adaptativo-cooperativo y el control de trayectoria en carril), o la plataforma técnica de Mercedes para gobernar y coordinar el funcionamiento de todos los sistemas del vehículo.

Foto: Daimler.